sábado, 25 de noviembre de 2023

El faro de Alejandría

¡Hola! ¿Qué tal están?

El imperio romano llegó a ser uno de los más extensos, y ciertamente, es uno de los más conocidos de la historia antigua; era en su comienzo un imperio pagano, mas en sus últimos siglos, y gracias a Constantino I, se volvió un baluarte del cristianismo.

El cristianismo había sido una religión perseguida, y los cuerpos de los cristianos se habían dedicado a dar de comer a los leones en los espectáculos romanos. En esa época abundaban los verdaderos fieles, dispuestos a soportar esos actos de crueldad dignos de los peores bárbaros con tal de no renunciar a su fe, aun cuando es cierto que estos fieles no eran los únicos destinados a esos menesteres. En cambio, un poco después llegó a gobernar el imperio Constantino I, y éste, influenciado por su madre, Helena, por ser esta una de las personas más devotas de Cristo que la historia haya registrado, posibilitó por medio del Edicto de Milán de 313 la legalización de esa religión. En ese momento se produjo un viraje total, puesto luego de eso, los que fueron perseguidos, y no demoraron en arder en las hogueras en muchas ocasiones, fueron los paganos, que se vieron obligados de la peor manera a convertirse a la idolatría de moda o si no se enfrentarían a su total exterminio.

Es de esa manera como la humanidad perdió también una gran parte del legado de su pasado que había sido conservado por milenios, pues por lo visto hasta ese instante no había surgido una religión con tantos fanáticos irracionales. El destino de la famosa Biblioteca de Alejandría, que ardió consumiendo obras de valor incalculable, y la suerte de la matemática Hipatia, una de las mujeres más extraordinarias que hayan existido, es conocido por todos. Es cierto, esos cristianos todavía no eran católicos, no obstante, por lo visto todos comparten las mismas tendencias destructivas, y suelen olvidar las enseñanzas de su compasivo y digno de alabanzas maestro. Los códices mayas y aztecas siguieron la misma suerte de los rollos de papiro muchos siglos más tarde, y en la Edad Media, cuando dicha tendencia religiosa era la que reinaba en Europa, no fueron pocos los que murieron en las llamas "purificadoras", o por lo menos, estuvieron a punto de ser condenados a ellas. El caso del científico Galileo Galilei es harto conocido, y se salvó sólo por haber renegado de unas verdades de las que en nuestros días nadie duda. Pero por desgracia no todos tuvieron la misma suerte, y el pobre de Giordano Bruno se consumió como un leño, aun cuando se hace necesario reconocer que su destino no fue sólo producto de sus ideas científicas.

Es precisamente a uno de esos períodos tumultuosos del desarrollo del cristianismo dentro del imperio romano, específicamente a la época del reinado del emperador de oriente Flavio Julio Valente durante el siglo IV, a donde nos lleva la novela histórica El faro de Alejandría de la escritora norteamericana Gillian Bradshaw; en esa época el cristianismo había vencido a sus enemigos y por eso no destacaban tanto las luchas entre cristianos y paganos como los sangrientos enfrentamientos entre los mismos seguidores de Cristo, con cada tendencia empeñada en conseguir el poder para su respectiva secta.


La también autora de Teodora, emperatriz de Bizancio, nos conduce esta vez por los hechos históricos de más importancia de los últimos años del reinado de Valente, cuando a la otrora potencia más poderosa del mundo le restaba poco y se mostraba cada vez más débil ante los llamados bárbaros. En esta ocasión la trama está narrada en primera persona por voz de la protagonista, una chica de nombre Caris de Éfeso perteneciente a una familia romana acomodada. La religión que se ha instaurado les impide a las mujeres estudiar medicina y ser médico es el sueño de Caris, que desde niña cuida hasta a los animalitos enfermos que se encuentra a su paso. Es por eso que, cuando su padre se ve impelido por la necesidad a casarla con alguien a quien Caris no sólo no ama, sino que desprecia, la muchacha decide renunciar a todo y partir disfrazada de eunuco a la, en esos tiempos, importante ciudad de Alejandría, la cuna del conocimiento. Es este el hecho que sirve de pretexto para contar la historia, repleta no sólo de datos del más puro realismo, como la descripción de los variados conocimientos médicos de la época de los pueblos del imperio de oriente, y de las batallas y sus causas.

Por haberse disfrazado de eunuco la pobre Caris se ve obligada a renunciar incluso a la posibilidad de realizarse como mujer, y de mostrar a un hombre sus sentimientos. El descubrimiento de su secreto podría significar el final de su carrera y hasta de su vida, dadas las reglas existentes. Por eso en El faro de Alejandría también nos podemos encontrar con una cierta dosis de romanticismo, puesto nos permite a los lectores ver en el interior del corazón de una muchacha esforzada que lucha por sus ideales sin que le importe el alto costo a pagar por ello.

En resumen, desde mi punto de vista la comentada novela histórica de Gillian Bradshaw podría ser de interés tanto para los amantes de la novela histórica como de las novelas románticas o de intriga, y por eso les recomiendo a todos su lectura.

En caso de haber leído esta interesante novela, o de conocer otras parecidas, sería bueno comentaran su experiencia con ella, o pudieran recomendar otras de esas lecturas.

¡Hasta pronto!

 

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